domingo, 31 de julio de 2011

MARGARITA, ESTÁ LINDA LA MAR

Cuando todas éramos pequeñas mi madre recitaba este poema y todas la mirábamos extasiadas, creando en nuestras mente las imágenes de la princesa Margarita y su mundo de elefantes y estrellas...corríamos detrás de ella gritándole: -¡el cuento de margarita, el cuento de margarita!-
Y ahora Rebekka vuelve a soñar con él y nuestra infancia sigue revoloteando entre las palabras de Rubén Darío, las flores del jardín y la larga melena de mi madre ...


Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:

Margarita, te voy a contar un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita, Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella
iba sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo:
«¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama:
«¿No te he dicho que
el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».

Y ella dice:
«No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice:
«En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
* * *

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

 
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña,
un gentil pensamiento
al que un día te quiso
contar un cuento.
                        -Rubén Darío-
No he querido añadir imágenes a este poema porque las escenas están en mi mente desde hace ya muchos años, y cada vez que lo leo vuelven nítidas e inmutables y quiero que Rebekka también cree sus propias imagenes mentales de cada palabra...



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