No podía empezar el club de lectura con otro libro que no fuera
"DUBLINESES"
Si aún no me he atrevido a traer una foto de Irlanda si me atrevo a llevaros con la imaginación y de la manao de Joyce al lugar de mis sueños...
Es curioso como algunos libros llegan a nuestras vidas. Una madrugada de verano escuchaba la radio mientras leía, en la oscuridad de la noche y entre el sonido de los grillos Gemma Nierga leyó un fragmento de "Los Muertos", escuché embobada y anoté el nombre del libro en la esquina de una de las páginas de "Yo, Claudio" y al día siguiente encargué el libro en la pequeña librería de mi pueblo...
Me gusta "Dublineses" porque me cuenta como respira una ciudad, como son sus gentes, cual es su caracter...es como si los viera en la ventana de enfrente, con sus problemas y sus alegrias. Su lenguaje es tan castizo y tan llano que a veces nos resulta chocante. Me gusta como divagan por sus propias mentes y sentimientos cada uno de los personajes de los cuentos de Joyce y nos damos cuenta de que su mente funciona igual que la nuestra.
Recordé este libro en mi primer paseo invernal por Dublín, del que os traigo esta foto, sobre todo cuando cruzaba el puente O´Connell, pero no vi un caballo blanco, sino un carruaje en el que Gretta y Gabriel miraban caer la nieve el día de navidad.
Espero vuestros comentarios sobre esta novela
[...]"Gabriel, apoyado en un codo, miró por un rato y sin resentimiento su pelo revuelto y su boca entreabierta, oyendo su respiración profunda. de manera que ella tuvo un amor así en la vida: un hombre había muerto por su causa. Apenas le dolía ahora pensar en la pobre parte de él, su marido, había jugado en su vida. La miró mientras dormía como si ella y él nunca hubieran sido marido y mujer. Sus ojos curiosos se posaron en un gran rato en su cara y su pelo; y, mientras pensaba cómo habría sido ella entonces, por el tiempo de su priemra belleza lozana, una extraña y amistosa lástima por ella penetró en su alma. No quería decirse a sí mismo que ya no era bella, pero sabía que su cara no era la cara por la que Michael Furey desafió la muerte."[...]
[...]"Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento vió como los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces, Había llegado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda, Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, mas al oeste, suave caía sobre las sombríasm sediciosas aguas del Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al aíor caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos"[...]