jueves, 19 de abril de 2007

CALLE PLACENTINES

Paseaba por Sevilla una mañana de domingo de su radiante mes de abril. Por esa Sevilla antigua en la que hasta los adoquines nos cuentan historias y leyendas de los que adoraron esta ciudad antes que nosotros.
Me gusta caminar de calle en calle, buscando la Catedral. Meterme por los callejones perdidos en la memoria y mirar hacia arriba buscando ansiosa con los ojos el bastión de Sevilla, el faro que nos alumbra y el ancla que nos obliga a quedarnos de por vida a su vera. La brújula que en esta ciudad no marca el norte, sino a ella, siempre omnipresente y siempre discreta, siempre llamándonos en silencio para que alcemos la cabeza al cielo y dejemos que el sol, el viento, la lluvia y su visión nos descubran cada vez la vida...


"Calle Placentines
¡ay, madre que suerte,
que tienes el mismo ancho
que el Cristo de la Buena Muerte!"

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