jueves, 22 de diciembre de 2011

PRIMAVERA HOY, OTOÑO AYER

En la soledad de la noche mi alma
se vacía de ti y se llena de mi.
Me quedo sola y me gusta
dejarme llevar por este torbellino de sensaciones
que me arrolla y me revuelca.

Las noches de primavera aquí
son tan especiales como lo son
las tardes de otoño allí.

Primavera, llena de dulces aromas
y cálida luz, me traes aires
de nuevos días y placeres desconocidos;
Otoño, de sonidos tranquilos y colores mojados,
me traes cada año recuerdos remotos
de amores eternos.

Las sábanas suaves y frescas se arrugan
entorno a las curvas de mi silueta,
son como tu cuerpo que se amolda al mio
para formar mi lugar en el mundo.

Cuando estás aquí
extraño la soledad necesaria
para extrañarte,
cuando no estás
me sobra silencio, me falta
la humedad de tu voz y el sonido
de la vida latiendo en lo mas profundo de ti.

Te busqué en mil ojos
y sobre todo en cien labios
desde el  mismo momento en que te conocí,
y nunca me dijiste:
"Soy yo. Sigo aquí. Ven".

Y me mirabas de lejos,
temeroso y ansioso por oírme decir:
"Ven. Sigo aquí. Soy yo."

Y ahora me da miedo tenerte.

Nunca habías sido tan mío
a pesar de no haber sido nunca de nadie mas;
jamás me entregué tanto
a pesar de que te di todo mi yo
en el primer suspiro
de aquel otoño lejano.

Y ahora no se como equivocarme
para que nada salga mal...

Sevilla, 28 de abril de 2002.... aunque podría haberlo escrito anoche...




¡FELIZ NAVIDAD!

 ESTE AÑO TENEMOS UN SOLO DESEO. QUE EN NAVIDAD TODOS SIENTAMOS QUE ALGUIEN NOS QUIERE. PARA EMPEZAR A CUMPLIRLO OS MANDAMOS TODO NUESTRO AMOR.
¡FELIZ NAVIDAD Y MUY PRÓSPERO AÑO NUEVO!

lunes, 19 de diciembre de 2011

MUERE LENTAMENTE


Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su
vestimenta
o bien no conversa con quien no
conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones
destrozados.
Muere lentamente
quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!


 Pablo Neruda

jueves, 15 de diciembre de 2011

EL FINAL


 Cuando abrió los ojos no supo que hacer. Había creído que con olvidar unos minutos todo acabaría. Pero la tenue luz que entraba por la ventana deslumbró sus cansados ojos, se sentía tan débil que creyó que un suave ruido bastaría para destruirlo. Cuando hablaba su voz resonaba en su cuerpo y se oía  si mismo como si estuviera en mitad de un gran desfiladero, uno de esos de los que el profesor de geología se empeñaba en explicarles con vídeos y mas vídeos. Intentó ponerse en pie pero no lo consiguió, sus piernas, enclenques y raquíticas no eran capaces de sujetar su cuerpo. Se miró a los pies y creyó ver algo deforme y tan grandes que no podía creer que fueran sus propios pies. A duras penas consiguió levantarse apoyando todo su peso sobre el cabezal de la cama. Y entonces no pudo creer lo que vio, una gran espejo ovalado le devolvió su imagen. Un ser escuálido, encogido, tembloroso, pálido lo miraba con los ojos desorbitados en sus grandes cuencas.  Debería ver la imagen de un joven de 18 años fuerte, sano, de gran estatura y grandes espaldas que en un tiempo había sido. Y aún así, siendo consciente de lo que veía, de lo que pasaba, aún se sentía gordo. No pudo evitarlo y se echó a llorar, pero ni siquiera sus sollozos parecían humanos. Su llanto gutural y siniestro lo asustaba, sus propios sonidos le eran desconocidos. No podía mas, se encontraba inmerso en un laberinto en el que no veía la luz, todo era oscuro, cerrado, sin un pequeño atisbo de esperanza de salir, de poder volver a su vida, de ser el dueño, otra vez, de su propia existencia. Y mientras caía de rodillas al suelo le pareció oír sus huesos chocando entre si. Mientras se derrumbaba solo una idea le pareció ser viable, solo la muerte aliviaría su dolor, el dolor de sus padres, de toda su familia y del todos los que lo rodeaban. Entonces se ovilló sobre su propio cuerpo y esa idea de morir se fue asentando poco a poco en su mente, incluso creyó que una pequeña luz de alegría o algo muy parecido a ella se encendía en su interior.
Se quedó así, tumbado en el suelo, rendido sobre su miseria. No dormía pero tampoco era consciente de donde estaba ni de lo que hacía. Su mente ya era incapaz de pensar, sus sentidos estaban cegados. Si en ese momento alguien hubiera entrado a la habitación sus ojos solo habrían visto un despojo humano un muñeco, uno de esos esqueletos que se utilizan en las clases de anatomía.

Sin saber como, una vez mas abrió los ojos y su mirada chocó  contra el techo de su cuarto. Volvía a estar acostado y entubado, pero esta vez ya no se paró a pensar como había llegado hasta allí. Ya no se enfureció con su madre, ni con los médicos, ni siquiera lloró, solo se arrancó las agujas despacio, sin furia. Despegó el esparadrapo y sacó la aguja de su famélico brazo y lentamente se levantó. Sus pasos, cansinos y pesados se dirigieron al pequeño aseo que había en su habitación.
Esa mañana se había levantado ya sin alma, su espíritu se había quedado atrás, muy atrás, cuando todo su infierno comenzó. Durante todo este tiempo su alma lo había acompañado, y había sido ella y solo ella, la que había hecho creer que todavía había algo que merecía la pena. Pero en el momento en que su propia alma se había rendido y  lo había abandonado supo que era el momento. Su existencia que durante todo ese tiempo se había ido extinguiendo poco a poco, había llegado a su fin.
Entró en el pequeño cuarto de baño y con una tranquilidad desconcertante su mano abrió el armario, por última vez miró su rostro en el espejo. Su cara vacía y sin expresión daba miedo. Cogió las cuchillas que su padre le había comprado para el día que pudiera afeitarse, para el día, en que según él, todo volvería a la normalidad,. Entonces vio el reflejo de su piel en la afilada cuchilla y en milésimas de segundo todo acabó, cerró los ojos y dijo adiós al mundo que lo había matado.

Noviembre 1997