viernes, 6 de febrero de 2009

Y PASÓ LA BLANCA NAVIDAD

Ha pasado la Navidad y no he tenido la ocasión o quizás las ganas de asomarme a Virlanda y cortar las hierbas que han crecido demasiado en mi jardín trasero. No es falta de ganas, de hecho escribo mucho mentalmente en mi día a día cotidiano pero luego no me resulta fácil transcribir esas entradas en el ordenador y mucho mas plantarlas en Virlanda para que podáis pasear por ellas. Poco a poco todos nos vamos acoplando a nuestras nuevas tareas, situándonos y sintiéndonos más cómodos en nuestros nuevos roles.

Dickens sabía muy bien lo que la Navidad significa para un adulto, siempre me hace reencontrarme con los tiempos pasados, ser conscientes del presente y ver nuestro futuro. A mi volver a casa por Navidad me reconcilia con la ilusión y la tradición. Me gusta rodearme de mis padres y compartir con mi hermana las mismas cosas que hacíamos cuando éramos unos micos con coletas, mi abuela me enseña como huele la Navidad y el resto de la familia me hace sentir muy querida. Este año mi hija ha sido el centro de la Navidad, y es lógico, es un encanto, dorada y risueña, redonda e inquieta…

Este año pasear por el Jardín era como adentrarse en un cuento de hadas, tengo que mandar desde aquí felicitaciones por el trabajo bien en hecho a mi padre, se están volviendo todo un artista de las luces y las sombras, como decía Jane Eyre... Han sido unas Navidades blancas y frías como manda la tradición, llenas de comida, aromas y recuerdos de los que no están y de los que están pero faltan en nuestra mesa. Había sillas vacías este año.

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