Volvimos a encontrarnos cuando ya no éramos nadie.
Tú te sorprendiste al verme, como si no hubieras pensado en mi cada segundo de tu existencia. Yo te miré como mira aquel que de buenas a primeras ve la luz tras años de oscuridad.
Me había pasado la vida esperando que aparecieras detrás de cada esquina, en cada persona que subía al autobús y en cada espalda que había delante de mi en las colas del cine. Imaginaba tu rostro, tus ojos, tu boca, tu risa...y también imaginaba tu reacción al verme y la mía al encontrarte.
Soñaba a diario que corría a tus brazos, que el nuestro era un encuentro de película. Pero en el fondo sabía perfectamente cual sería tu reacción y como sería la mía. A mi tu presencia no me dejaría articular palabra y a ti te saldría la amabilidad con la que tratarías a un viejo conocido, sin rastros de pasión y locura tras años de separación.
Tu ausencia y tu presencia constantes en mi tuvieron efectos contradictorios. Me mantuvo viva. Tus ojos siguieron siendo mi inspiración y tus manos me sacaban de los hondos pozos en los que yo misma me hundía. Pero también me convirtió en un ser triste y melancólico. Cada noche de cada día que no te encontraba crecía mi soledad y mi desesperanza por todo lo que me rodeaba.
En las mañanas mas grises mi primer pensamiento era que tampoco hoy sería el día de nuestro encuentro y ese despertar convertía mi día en oscuro y nublado.
Y ahora estás aquí y al fin podemos retomar la vida por donde la dejamos la última vez...
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